lunes, 21 de marzo de 2011

S.


Mis labios, peregrinos ruborizados, quisieran hacer penitencia con un dulce beso.
La despedida es tan dulce pena que diré buenas noches hasta que amanezca.
Estómago odioso, vientre de muerte, saciado del manjar más querido de la tierra, así te obligo a abrir tus mandíbulas podridas y, en venganza, te fuerzo a tragar más alimento.
Rey de los gatos, sólo quiero una de tus siete vidas, y luego aporrearte a palos las otras seis.

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